CUANDO DIOS TE LLAMA…
CUANDO
DIOS TE LLAMA…
Dr.
Máximo F. Vásquez G.
Argumentar con Dios es la respuesta normal
del ser humano frente al llamado, pero él no desiste de su propósito para
nuestra vida
Texto bíblico: Éxodo 3 y 4
Contexto
Moisés llevaba
cuarenta años viviendo en el desierto. La vida de lujo y privilegios disfrutada
en Egipto había quedado en el olvido. Ahora no era más que un simple pastor
nómada, sin ambiciones ni sueños. No obstante, el Señor lo había seleccionado
para que cumpliera una delicada tarea: volver a Egipto para que pidiera al
hombre más poderoso de la tierra, el faraón, que dejara volver al pueblo de
Israel a su tierra de origen. Para comunicarle este mensaje el Señor se le
apareció en una zarza que ardía sin consumirse.
INTRODUCCIÓN
Vivimos en el
mundo de las excusas. Una excusa por lo general esconde una verdad que no
queremos afrontar. De las cinco palabras que utiliza el Nuevo Testamento para
referirse al pecado, la que más me llama la atención es «hamartía». Significa:
fallar en ser lo que nos habría sido posible y teníamos la capacidad de ser. En
la Biblia y la historia de la Iglesia encontramos decenas de ejemplos del
llamado de Dios. Del mismo modo abundan las excusas que los llamados
presentaron para negarse al pedido del Señor. En este sentido, Moisés no
representa una excepción a lo que, por regla general, ha sido la respuesta más
típica del ser humano.
1. UN LLAMADO RADICAL
(ÉXODO 2.2–9)
El llamado de Dios puede relacionarse con algunos de nuestros hechos
del pasado y que, quizás, revela que ÉL ha inquietado nuestro corazón desde
hace tiempo.
Moisés había intentado, con herramientas humanas, hacer justicia por
un solo judío.
Ahora, el Señor lo llamaba a liberar a todo un pueblo.
Para lograrlo deberá renunciar a la vida cómoda y predecible que
lleva en el desierto, y a su entendimiento de lo que le falta para emprender
semejante tarea; para esto, deberá sumarse a la forma que tiene el Señor de
llevar a cabo sus obras. Esta renuncia es esencial para responder al llamado,
pues el Señor dirige solamente a aquellos que han dejado todo atrás.
2. LA EXCUSA DE LA
INSIGNIFICANCIA (ÉXODO 3.11)
«Pero Moisés le dijo a Dios:
— ¿Y quién soy yo para presentarme ante el faraón y sacar de Egipto
a los israelitas?»
La respuesta instintiva del que recibe el llamado es a mirar lo que
él es, para ver si está a la altura de la tarea que se le demanda. En la
mayoría de los casos de la Biblia las debilidades y los fracasos de la persona
relucían de tal manera que se veían como poco aptos para la misión. Aunque Moisés
había pasado cuarenta años en el desierto, aún carecía de claridad sobre su
identidad en Dios. En Egipto había creído que poseía sobradas aptitudes para
liberar a sus hermanos. Ahora, había perdido la confianza, en parte porque
había convertido el desierto, el medio para su transformación, en el fin de su
existencia. Ya no le apetecía una vida de desafíos y sobresaltos.
El apóstol Pablo afirma, en 1 Corintios, que el Señor escoge lo vil
y despreciado del mundo para glorificar su nombre. Es por esto que los Doce con
frecuencia despertaban el desprecio de los líderes religiosos de su época,
porque eran hombres sin letras ni formación.
La respuesta de Dios (Ex 3.12) revela que no es la aptitud del
enviado lo que importa, sino la compañía del que envía.
3. LA EXCUSA DE LA
INCREDULIDAD (ÉXODO 3.13)
«—Supongamos que me presento ante los israelitas y les digo: “El
Dios de sus antepasados me ha enviado a ustedes.” ¿Qué les respondo si me
preguntan: “¿Y cómo se llama?”»
En la primera excusa duda de su propia identidad. Ahora, duda de la
de Dios; y no me extrañaría que tal carencia de claridad proviniera de su falta
de comunión íntima con el Señor. Quien ha conocido a Dios en la intimidad de la
comunión —porque Dios es todo para esa persona— no duda del poder y la majestad
del Señor cuando él lo llama. No obstante, Moisés entendía que esta falta de
conocimiento constituía un verdadero obstáculo para su misión, porque nadie
puede representar a una persona que no conoce.
La respuesta de Dios está contenida en Éxodo 3.14–18. El Señor no
solo revela que existe una dimensión eterna y que esta impone un límite al
alcance de nuestro conocimiento de él, sino que también muestra que lo irá
conociendo en la medida que caminen juntos. Le anticipa que la victoria que le
concederá aunque exija trabajo, porque el faraón no querrá soltar al pueblo. La
victoria, sin embargo, ya se la ha concedido. Los procesos por los que
alcanzará esa victoria son apenas un detalle de la historia.
4. LA EXCUSA
DEL RECHAZO (ÉXODO 4.1).
«— ¿Y qué hago si no me creen ni me hacen caso? ¿Qué hago si me
dicen: “El Señor no se te ha aparecido”?»
Moisés no ha olvidado que, en su primer intento por ayudar a los
judíos, estos le dieron la espalda. Conoce el corazón de sus hermanos y no duda
de que ahora ocurrirá lo mismo. ¿Cuál es el sentido de embarcarse en una misión
que no dará resultados? Pareciera que Moisés no ha registrado que Dios le ha
garantizado un desenlace exitoso para la misión. Las dudas que asaltan nuestra
fe por lo general las motiva precisamente este error: la incapacidad de
atesorar lo que Dios ha hablado a sus hijos.
La respuesta de Dios en 4.2–9 le permite a Moisés echar mano de
algunas herramientas que le darán un mayor respaldo frente al pueblo. Un líder
no debe olvidar nunca, sin embargo, que la mayor autoridad en su vida procede
de la intensidad de su comunión con Dios. Tiempo más adelante, cuando Moisés
descendía del monte, los israelitas se llenaron de pavor porque su rostro
resplandecía por haber estado en la presencia del Altísimo (Éx 33.11).
5. LA
EXCUSA DE LA INCAPACIDAD (ÉXODO 4.10).
«—Señor, yo nunca me he distinguido por mi facilidad de palabra—».
Pareciera que Moisés ignorara que habla con alguien que sí lo
conoce. Se siente en la obligación de explicarle que sufre una discapacidad a
la hora de hablar, como si este detalle se le hubiera escapado al Señor. La
historia del pueblo de Dios abunda en personas carentes de la capacidad de
llevar adelante la tarea a la que se les ha llamado. Sin duda, Moisés conocía
la obra extraordinaria del Señor en Abraham y Sarah, cuya esterilidad les
impedía concebir hijos. También sabría de las experiencias de Jacob y José, que
arribaron a lugares de autoridad por los caminos más extraños.
La respuesta de Dios (Éx 3.11) ubica a Moisés frente al creador de
todo, como lo es también de su boca, su lengua, su paladar. El Señor, soberano
sobre todas las cosas, también decide mostrar su gloria a través de un hombre
que no es elocuente a la hora de hablar.
6. LA
EXCUSA DE LA LÓGICA (ÉX 4.13)
«—Señor —insistió Moisés—, te ruego que envíes a alguna otra
persona».
Cuando Moisés acaba de enumerar sus propias dudas sale a la luz el
verdadero problema: sencillamente no quiere ir. No quiere dejar el lugar ni la
vida donde está. Todas sus excusas no eran más que una cortina para «esconder»
esta realidad que no quería afrontar. Su
último pretexto se basa en la lógica y la razón. «La verdad, ¡hay gente mejor
que yo, más santa, más preparada, más capacitada, menos pecadora, con más fe,
con más experiencia!» El Señor, sin embargo, no escoge según nuestros criterios
de quién es apropiado, sino los de él. En el fondo, es precisamente la
debilidad del siervo la que permite que el poder de Dios se manifieste en toda
su gloria.
Con su respuesta Dios (Éx 4.14) deja en claro que su paciencia tiene
un límite. Nuestras interminables excusas pueden encender su ira.
MOISÉS: UN HOMBRE ESCONDIDO (REGUARDADO) ÉX 2.3
1.)En la casa Heb 11.23
2.)En el arca, en el Nilo Éx 2.3
3.)En el desierto Éx 3.1
4.)En el monte Éx 32.1
5.)En el desierto Éx 15.22
6.)En la roca Éx 33.22
7.)En la tumba Dt 34.6
LECCIONES EN LA ESCUELA DE DIOS
Éx 3.1–6; 4.24–26
«Mi siervo Moisés» (Nm. 12.7);
«Moisés siervo de Jehová» (Jos 1.1);
«Moisés su escogido» (Sal 106.23).
Moisés pasó 40 años en Egipto aprendiendo a ser alguien; 40 años en
el otro lado del
desierto, aprendiendo a ser nadie; y 40 años en el desierto,
aprendiendo cómo Dios puede hacer alguien de un nadie. Tenía que ser educado y
entrenado para el servicio.
1 Lección de los deberes del pastor Éx 3.1 “Apacentando Moisés las
ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del
desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios.”
(Gn 46.34: Los pastores eran abominación para los egipcios; de modo
que
Moisés, como Pablo, se convirtió en lo más bajo del mundo (1 Co 4.13)
2 Lección del lugar desolado Éx 3.1
Horeb: «lugar desolado» para el hombre, pero para Moisés, «el monte
de Dios»
3 Lección de la zarza ardiendo Éx 3.2, 3
Solamente una zarza espinosa, pero encendida cuando Dios estaba en
ella; tal y
como debían ser Moisés y el pueblo de Dios
4 Lección de los pies descalzos Éx 3.4–6
Santidad de Dios
5 Lección del cuchillo afilado Éx 4.24–26
Para «mortificar las obras del cuerpo»
Génesis 46:34 Reina-Valera 1960 (RVR1960)
34 entonces diréis: Hombres de ganadería han sido tus siervos desde
nuestra juventud hasta ahora, nosotros y nuestros padres; a fin de que moréis
en la tierra de Gosén, porque para los egipcios es abominación todo pastor de
ovejas.
La voluntad de Dios prevaleció y
Moisés terminó representando los intereses del Creador del universo ante el
faraón. Recorrió un camino con muchas luchas, pero fue testigo de una de las
más asombrosas victorias operadas por el Señor en favor de su pueblo. Al final,
porque se animó a creer al Señor, se convirtió en uno de los profetas más
distinguidos de la historia de Israel.
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